jueves, 2 de abril de 2009

Rabietas, berrinches y otras manifestaciones de malestar infantil

Por Nuria Otero Tomera

Dice Aletha Solter que los niños sólo se “portan mal” por tres razones:
1. Están experimentando una necesidad (hambre, sueño, sed, estimulación…) y o bien no está siendo reconocida o bien no está siendo satisfecha.
2. Tienen información insuficiente sobre las consecuencias de lo que están haciendo.
3. El niño alberga sentimientos dolorosos, miedos o frustraciones que necesita liberar llorando o rabiando mientras le prestamos atención y contención.
Desde este punto de vista, me cuesta encontrar algún comportamiento de los niños que sea reprochable, punible o, incluso, corregible. Desde esta visión de las cosas, los niños no se portan mal en absoluto, sino que ponen sobre el tapete su malestar por aquello que necesitan y no obtienen o por aquello que, sencillamente, no comprenden. Quizás todo se solucionaría con un poco más de tiempo, con un poco más de comunicación, con un poco de más de tolerancia hacia lo que los niños sienten y no pueden explicar, manifestar, siquiera reconocer. Puede que los niños, en realidad, nos estén regalando la posibilidad de hacer las cosas de otra manera, de buscar en nuestra relación con ellos qué es lo que pueda estar faltando.
Me paro a pensar y tal vez, sólo tal vez, la mayor parte de los comportamientos que consideramos intolerables en nuestros hijos tienen que ver con nuestra responsabilidad hacia sus ritmos, sobre su desconocimiento de nuestros códigos sociales o en relación a la conexión o no que nuestros hijos puedan conseguir con sus propios sentimientos. Es decir, que casi todos los comportamientos que, a lo largo del día, intentamos corregir en nuestros hijos necesitarían primero, por nuestra parte, un intenso proceso de reflexión que nos haga encontrar, en nosotros mismos, qué es aquello que podemos hacer para que los niños se sientan mejor. Tal vez todos ganaríamos con el cambio. Ellos, que no tendrían que amoldarse a ciertas exigencias que quizás no puedan comprender o que no puedan cumplir. Y nosotros, que aprenderíamos mucho sobre nuestra conexión con aquello que les sucede a nuestros hijos.

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